El apagón del 28 de Abril, una brecha de seguridad.
El 28 de abril de 2025 se produjo en España y Portugal un apagón histórico.
Sin entrar en los motivos que lo propiciaron, evidenció una carencia de seguridad nacional que pocos han considerado en su magnitud.
Identifiquemos primero cuáles son los recursos básicos que todo país debe garantizar a su población (el orden no supone prioridad, solo los enumero):
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Agua potable: acceso seguro y suficiente para consumo y saneamiento.
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Alimentación: disponibilidad de alimentos nutritivos y asequibles para evitar el hambre y la malnutrición.
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Salud: servicios médicos accesibles, seguros y de calidad.
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Educación: enseñanza básica gratuita, obligatoria y de calidad.
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Vivienda: alojamiento seguro, adecuado y accesible.
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Trabajo: oportunidades laborales dignas y protegidas por leyes laborales justas.
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Seguridad: protección frente a la violencia, delincuencia y desastres.
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Energía: acceso a electricidad y combustibles para necesidades básicas.
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Transporte: infraestructura básica para la movilidad y acceso a servicios.
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Conectividad: acceso a información y comunicación, especialmente en la era digital.
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Medio ambiente saludable: un entorno limpio y protegido para la salud física y mental.
Un país que se considere soberano y digno de nombrarse Nación debe ser capaz de tener controlados estos 11 puntos y, sobre todas las cosas, poder garantizarlos sin ayudas externas en su expresión mínima necesaria.
En el momento en que, para cubrir una necesidad básica, un país precisa de terceros y lo respalda con acuerdos o contratos, deja de ser soberano, y su seguridad pasa a depender de otras naciones que pueden marcar, con su dependencia, los costes, la disponibilidad o las condiciones en las que se dan u ofrecen. El país dependiente encuentra en las condiciones pactadas sus propias limitaciones. En condiciones normales, nada sucede. En condiciones excepcionales, el país del que depende priorizará (obviamente) a sus ciudadanos frente a los del país que lo subcontrata.
En el caso del sistema eléctrico español, parte fundamental del sistema energético de consumo y producción, se evidencia una falta de reestructuración y visión de futuro.
Disponemos del mismo sistema de distribución eléctrica de hace 50 años. Se ha ampliado y, eso sí, se ha reforzado con conexiones a Francia, principalmente, pero sigue con el mismo patrón: un sistema centralizado de distribución radial, con origen en grandes centros productivos (las nucleares principalmente), con un entramado de media y baja tensión parchado a medida que la necesidad crece.
Un país con un crecimiento demográfico como este, con el consecuente crecimiento industrial y de infraestructuras, no puede evolucionar sin redefinir su distribución eléctrica.
Disponemos de centrales nucleares que están (todas) por encima de su periodo de vida esperada, unas hidroeléctricas creadas antes de la democracia y usadas priorizando intereses económicos y no productivos, y una increíble red de generación renovable disociada de un esquema energético coherente.
Lejos ha quedado el recuerdo de un informe europeo que ubicaba a España como el único país que podría llegar a un 150 % de generación energética renovable combinada, porque para que ello fuera posible requería que se redefinieran muchas otras cosas.
Y la apuesta por las renovables fue fuerte, pero sin proyecto real. Dependía del capital privado y de subvenciones mal calculadas en el tiempo. Debía suponer el principio de la generación descentralizada, que permitiera desconexiones de zonas enteras sin afectar a la totalidad del sistema.
Los "grandes apagones" de los últimos 20 años han tenido patrones similares: una caída de una estación o subestación que lleva, irremediablemente, a la caída en cadena de otras estaciones menores, sobrecargadas, que no podían garantizar la linealidad de suministro desde la gran producción (nuclear o estaciones térmicas o de gas natural), hasta el resto de la red.
El "gran apagón" evidenció una carencia... y un riesgo... de seguridad nacional.
Cualquier nación con voluntad de dañar este país sabe ahora, perfectamente, que el sistema eléctrico español es vulnerable, tanto si se hackea a nivel de gestión como si se satura con la caída de un par de centros de transformación estratégicos.
Una evidencia de que se puede hacer mejor, y desgraciadamente casi por casualidad, es el caso de las Illes Balears. No sufrieron el apagón; lo salvaron protegiendo su propio sistema de autoabastecimiento, desconectándose de la red nacional.
En otro ámbito de acciones no planeadas, España no tiene capacidad de almacenamiento. Cuando los sistemas no lineales (eólica, fotovoltaica, hidráulica) producen demasiado, los desconectan. Cuando producen de menos, se suman al sistema general. Pero el exceso no se almacena, y por lo tanto no disponemos de "cojín" energético al que recurrir si el sistema "pierde energía de forma inesperada".
Si el gobierno fuera previsor y mirase más allá de su legislatura, debería empezar a pensar en realidades actuales que nos afectarán en un futuro inmediato:
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Las nucleares actuales no durarán muchos años más. Se deberán sustituir por sistemas (nucleares o no) más actuales.
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Las energías renovables deben poder suministrar de forma mixta un porcentaje más elevado del consumo nacional, y deben poder almacenar excedentes.
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La red eléctrica debe dejar de ser centralizada. El sistema eléctrico debe poder abastecerse por zonas en caso de caída o desconexión de una gran central o centro transformador.
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Las zonas industriales deben disponer de techo solar por necesidad/obligación, reduciendo así la dependencia total de fuentes alejadas de su consumo y la consecuente pérdida por distancia.
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El estudio de viabilidad energética debe apuntar a "dependencia cero", y formar parte de un plan de actuación nacional a 30 años vista como máximo.
Cuando exista un gobierno que entienda los 11 puntos como prioridades nacionales y no como oportunidades económicas para nutrir con impuestos las arcas del Estado, podremos pasar a ser una nación fuerte y soberana.
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